De los lagos, lagunas y ríos que no han sido entubados o utilizados para verter el drenaje en México, los que en la teoría serían aptos para el consumo humano, el 70 por ciento tiene algún grado en mayor o menor medida de contaminación, advierte la CONAGUA.
Y esto combinado con la deforestación -también sin control-, el cambio climático y la prácticamente nula captación de agua de lluvia, nos ubican en la ante-sala de una crisis catastrófica por el agua y esto no espere a que lo vea sus hijos o sus nietos, no, esta crisis ya está aquí y simplemente basta con mirar el norte del país en donde en algunos estados contabilizan años sin lluvia.
En el país 23 estados padecen estrés hídrico alto o extremadamente alto, lo que quiere decir que están ocupando casi toda el agua disponible, no hay reservas, se está viviendo al día en cuanto al agua se refiere.
De acuerdo con nuevos datos del Instituto de Recursos Mundiales, al llevar la extracción casi al tope de los suministros, los 23 estados estarían precipitándose a una posible crisis son:
Baja California Sur, Guanajuato, Ciudad de México, Aguascalientes, Estado de México, Querétaro, Hidalgo, Chihuahua, Zacatecas, Sonora, Sinaloa y Nuevo León.
Además de: Morelos, Jalisco, Tamaulipas, Colima, Tlaxcala, Baja California, Michoacán, San Luis Potosí, Coahuila, Puebla y Durango.
Esta organización internacional auguró que, en caso de seguir por el mismo camino, el futuro de México como nación quedaría topado en el año 2040.
Pero no sólo el Norte y Centro del están en la orilla del abismo en cuanto al agua se refiere, algunas de las místicas lagunas color turquesa de la selva Lacandona en el sur de México se están secando este año como resultado de una sequía prolongada y mayores temperaturas en la región.
El lago Metzabok, que normalmente cubre 89 hectáreas, se secó por completo este mes, dejando ver lodo agrietado donde las aguas traslúcidas comúnmente reflejan la selva circundante.
De acuerdo con la Conagua el lago Metzabok (que significa “El dios del trueno” en maya) ya se había secado una vez, en la década de 1950.
Sin embargo, el organismo gubernamental teme que tales episodios se vuelvan más frecuentes a medida que disminuyen las lluvias y aumentan las temperaturas máximas en el área.
La Conagua considera que la mayor parte de la selva Lacandona está en una situación de sequía “moderada”, pero algunas áreas cuyas aguas suelen alimentar a las lagunas sufren de una sequía de “severa a extrema”.
Históricamente es hasta cierto “punto normal” que el norte del país tenga problemas con la captación del agua, ya que el sur, sureste del territorio nacional es quien “provee” de este vital recurso.
México recibe alrededor de 1,489 mil millones de metros cúbicos al año de agua en forma de precipitación, de los cuales el 67% cae entre junio y septiembre, sobre todo en la región Sur-Sureste.
(Chiapas, Oaxaca, Campeche, Quintana Roo, Yucatán, Veracruz y Tabasco), donde cae el 49.6% de la lluvia.
- De este total, el 73% se evapora y regresa a la atmósfera.
- El 22% escurre por los ríos o arroyos y
- El 6% se infiltra al subsuelo de forma natural y recarga los mantos acuíferos.
¿Entonces por qué no se ocupa el agua de lluvias?
Siendo locales, en la Ciudad de México, por ejemplo, muchos ríos fueron entubados y, por ello, la mayor parte de la precipitación se va directamente al drenaje. Además, actualmente no hay tecnología suficiente para captar, almacenar y aprovechar el agua pluvial.
Otro factor es que, en grandes urbes, la industrialización y la alta densidad poblacional afectan químicamente el agua de lluvia. Esa “Famosa Lluvia Acida”
Por ello, el agua de lluvia solo puede ser utilizada para tareas como lavar automóviles y algunos tipos de ropa o para riego, no para consumo humano al menos sin un tratamiento adecuado.
La “Huella Hídrica”, un concepto que se usa como referencia para calcular el agua empleada en lo que consumimos. Tal concepto fue creado por Arjen Hoekstra, profesor de la universidad de Twente, en los países bajos.
En este cálculo se incluye la cantidad de líquido que se utiliza en cada etapa de producción de los productos que compramos.
Por ejemplo, en el caso de una playera de algodón, se tomaría en cuenta el agua que se usó y contaminó para regar una cosecha de la materia prima y transformarla en un textil listo para ser usado.
Y hay más: para un kilo de almendras se gastan 16,000 litros; para uno de chocolate, 17,000; para uno de semillas de vainilla, 126,000 y la lista continua
Con base en esos datos, países como México deben replantearse aspectos como el desarrollo sustentable de sus ciudades, sus modos de producción y de qué forma regular lo que consumen sus propios habitantes. Algo que sinceramente se ve complicado.