Para hablar de La Ultra hay que separarlo en dos historias: uno es el viaje a la India, que da para un libro, y otro es la experiencia de la carrera. La Ultra High tiene 111 kms, 222 kms y 333 kms. Decido ir por los 222 Km, aunque estuve debatiéndome entre los 333 y los 222. Definí ir por los 222 kms por muchas razones, la principal es que tuve una cirugía importante a fines de marzo, no tenía el tiempo suficiente para entrenar y no iba a tener la posibilidad de hacer entrenamiento de altura como correspondía. Por lo tanto, era suicida intentar los 333 Km en esas condiciones.
Pero por algo pasan las cosas…La Ultra se desarrolla en un lugar con un contenido histórico, cultural hermosísimo (lo narraré en la crónica del viaje). Después de muchos aviones y horas logramos llegar a Leh, una ciudad de aproximadamente 26 mil habitantes que está al norte de Delhi, en la zona de los Himalaya, muy cerca del antiguo Tíbet, en la región de Cachemira (zona de conflicto con Pakistán).
Una zona altamente militarizada y de las más altas del mundo. Llegamos a Leh con la sensación de retroceder 200 años en el tiempo y lo primero que veo es una mujer que se desmaya en el aeropuerto por la altura y la sorpresa de que mi maleta no llega, la del equipo de carrera: Ahí empieza la odisea.
Nos habíamos programado para hacer un trekking de 5 días con otros corredores donde íbamos a subir paulatinamente desde los 3500 msnm hasta llegar a unos 5500. ¡Oh sorpresa! no me puedo ir al trekking porque mi maleta no llegó…para no hacer la historia larga; llegamos el lunes 1 de agosto (la organización obliga a llegar mínimo 10 días antes), el mismo lunes es la reunión obligatoria de carrera. Voy a la reunión de carrera y al día siguiente no pude ir al trekking. Total, quedamos varados en Leh y el equipaje llegó el jueves 4.
Aprovechamos esos días para conocer monasterios, lugares históricos, hacer salidas donde subíamos un poco (4000, 5000 msnm) aunque subir y bajar en el día no aporta mucho a la aclimatación. Vale decir que es una región con malas condiciones higiénicas respecto a nuestros estándares, la comida muy difícil; demasiado picante, condimentos, pocas opciones realmente sanas. A pesar de todas las precauciones, casi todos los extranjeros nos enfermamos en ese lugar. Como el 5to día Cristian se puso muy enfermo, en cama. No pudo levantarse en todo el día, yo todavía andaba ok. Unos días después me empecé a sentir mal y terminé en cama con vómitos y diarreas incontenibles.
La organización trajo dos doctores ingleses que fueron muy profesionales, amables y estuvieron al tanto siempre. Fueron a verme a la habitación varias veces el día que estuve peor (unas 72 hrs antes de la carrera no me podía mover), intentaron varias cosas y todo lo vomitaba, todo me daba diarrea. Finalmente me inyectaron algo que detuvo los vómitos explosivos y la diarrea.
Medio me recuperé tomando suero oral (un día antes de la partida a la zona de la carrera) a menos de 48 horas de la hora crucial. El día 10 salimos temprano hacia Diskit, en Nubra Valley en medio de la nada muy cerca de la frontera pakistaní. Los corredores aplaudieron cuando me vieron llegar porque ya sabían de mi condición.
Diskit es un pueblo absolutamente arcaico. La luz se iba y venía, básicamente no tuvimos luz nunca, miles de moscas, etcétera; para ese momento estaba un poco recuperada pero no había podido comer en 2 días y realmente estaba muy debilitada. Todo me daba náuseas y lo poco que comía lo vomitaba. En debate con los médicos se decidió que tenía dos escenarios realistas: uno era no salir por mi estado físico y el otro era cambiar a la distancia de 111km a reserva de evaluar mi evolución constantemente en la ruta.
Los doctores lo discutieron con el director de la carrera y me dieron la posibilidad de hacerlo. Estaban muy preocupados por mi estado de salud, así es que el escenario de poder participar en la carrera y hacer el cambio de distancia era lo más prudente que podíamos hacer todos en ese momento.
El arranque fue el 11 de agosto a las 20:00 horas, sin tripulación (el reglamento establece que te esperan en el kilómetro 78, un punto de control militar llamado South Pullu), de hecho, los corredores de 111 km. no van con tripulación, por lo tanto, en un principio íbamos a ver como toleraba la carrera, como me sentía, si podía comer.
Tratando de apostarle a la idea que la activación, estar en movimiento y corriendo me iba a dar hambre, con la esperanza de que al sentir hambre y tolerar comida me fuera recuperando y pudiera ir por los 222 km: no fue así, básicamente corrí con agua, no podía comer, todo lo que comía lo vomitaba, desde el principio supe que sería una carrera muy dura.
La Ultra es un evento que implica muchas complejidades, además de las del medio, con una estructura logística básica (lo cual es normal por su tamaño y perfil). Durante 78 kilómetros, que según mi Garmin fueron 84.78 km sin soporte personal, es decir sin mi tripulación, la organización nos proveía de todo: hidratación, comidas, etcétera. De lo que se suponía habría cada 3 km, aunque no fue así. Varias veces eran cada 5-6 Km.
Me tocó llegar a las camionetas de apoyo, pedir Isotónico y que no tuvieran, pedir bebida de Cola y tampoco, solo agua tibia. No es crítica, solo para poner en perspectiva lo que comúnmente hay en las carreras y lo que sucede en las carreras realmente extremas…. Todo eso hace que las circunstancias sean más difíciles de llevar. Por mi parte todo lo que comía lo vomitaba, así que daba igual.
En el primer punto importante de descanso (km 48 North Pullu) llegué completamente mojada. Nos tocó, no tormenta como tal, pero casi (a esa altura aprox. 4700 msnm cualquier fenómeno natural se exacerba). La lluvia no era lluvia, era agua nieve de frente, el viento debe haber sido superior a los 30-40 km/h e íbamos subiendo con mayor deuda de oxígeno cada vez. Allí me cambié totalmente de ropa, me senté con calma a descansar para mentalizarme a hacer cumbre. Pedí una sopa caliente, (de tomate y muy picante) no me la pude tomar. Me dieron un té y me revisaron los doctores. Tomé algo para el dolor de cabeza y después de uno 50 min descansando a conciencia, seguí camino. Conversé con la montaña muchas veces en el trayecto, le pedí me permitiera pasar su punto más complejo sana y salva. Lo hice con cariño y humildad.
Pensé en mis hijas, en lo extraordinario de estar allí, en lo fuerte que es mi cuerpo y mente. Pensé en muchas cosas que no vienen al caso…
Quince kilómetros faltaban para alcanzar el punto máximo. Quince kilómetros de puro ascenso para iniciar el descenso. Los doctores habían sido muy enfáticos en que no corriéramos de ninguna manera ese tramo, porque se pueden desarrollar una serie de padecimientos asociados a la altura, como edemas pulmonares, edemas cerebrales, que el atleta difícilmente se da cuenta lo que está pasando y vas solo de madrugada. Tocaba ser muy responsable.
Me sentía con capacidad de “correr” pero no lo hice. Caminé, fui metódica, muy precisa en cada momento con lo que tenía que hacer, sabía que no tenía azúcar en el cuerpo. Me enfoqué en mantener la frecuencia cardiaca totalmente controlada en zona aeróbica para evitar el uso de este combustible y sin querer, de alguna forma, en esos quince kilómetros pasé a 6 o tal vez 8 corredores que estaban subiendo, lo que significa que subí a buen ritmo, sin correr, pero si a buen ritmo. Los doctores me pararon 5 o 6 veces para hacerme pruebas de coordinación, de conciencia, para validar que iba bien (después de la carrera me dijeron que iba tan fuerte que pensaron que quizá no iba en toda mi capacidad consiente). A pesar que me quitaron el ritmo, lo agradezco. Además, me había comprometido a acatar lo que ellos dijeran durante la carrera.
Al amanecer, casi llegando a la cima, empezaron a caer piedras. Verdaderamente atemorizante el escenario: estaba a más de 5000 msnmm, en un camino de 3 metros de anch, del lado izquierdo el despeñadero, del lado derecho nieve derritiéndose, probablemente por la lluvia que hubo en la noche o porque ya estaba saliendo el sol. Sentí miedo de la posibilidad de una avalancha o caída de piedras grandes y no tener hacia dónde ir. Apreté el paso lo más que pude sin correr. Llegué al Khardung La, el paso vehicular más alto del mundo (aunque al parecer hay otros 2 por la zona un poco más altos). Unos alegan que son 5600 msnm, según Google Earth son 5370/5380 más menos. Sabía que quince kilómetros más adelante iban a estar mi tripulación.
Hasta ese punto puedo decir que me sentía fuerte dentro de mi realidad, iba bien pero vacía. Me había tomado el tiempo de descansar, cosa que nunca había hecho en carrera por mi cuenta y pudiendo seguir. Empezaba el descenso que no debes correr fuerte porque sigues estando entre los 5300/4700 msnm. Comienzo a tomar ritmo, que interrumpía cada vez que pasaba un camión con un humo negro terrible. NUNCA esperé que una carrera en los Himalayas fuese entre tanto tráfico. La realidad es que desde las 5 am el tráfico es intenso, literalmente cientos de camiones de trabajadores, militares, turistas, etcétera.
Cada vez me hacía a un lado, me tapaba la boca y esperaba que pasara el humo para continuar. Puedo decir sin dudas, que para mí, es lo peor de toda la carrera. En la bajada, durante 11 kilómetros no hubo abastecimiento alguno, casi sin agua alcancé a un corredor que venía mal y le di de mi agua. Me focalicé en que eran máximo 4 kilómetros más para tener abasto…. Antes de que me vuelven a parar los doctores que venían en una camioneta y afortunadamente traían el mágico líquido para seguir camino.
Una vez en South Pullu, con mi tripulación formada por 1 chofer local, un voluntario local, Ayesha Billimoria, atleta de la India, hermosa persona y Cristian Sieveking. Descansé otros 20 minutos, había decidido que haría los 111 kms por lo tanto no podía llevar pacer. Solo me abastecieron de líquidos y vaselina jajaja, hasta la meta (y eso porque la organización les pidió que me meta con un calor impresionante.
Sobra decir que estoy MUY contenta con el resultado, no solo competitivo. Había dos mujeres más: una chica de Arabia Saudita que vive en Alemania y otra de la India. Ninguna de las 2 lo logró porque la carrera tiene cortes de tiempo bastante exigente (creo que es una de las áreas importantes que podrían mejorar).
Independientemente que el objetivo sea atraer corredores experimentados, el terreno realmente no permite ir muy rápido, por lo menos no sin riesgo de desarrollar algún padecimiento a menos que el atleta viva a esa altura o tenga posibilidades de entrenar por mucho tiempo a allí. Es muy arriesgado exponerse a esa altura con 60% de deuda de oxigeno exigiéndole al cuerpo una distancia brutal bajo presión de tiempos demandantes. En el fondo es lo que la hace atractiva también para quienes buscan romper límites.
Crucé la meta tan contenta… a 4 minutos el kilómetro, muscularmente fuerte, fisiológicamente vacía y mentalmente agotada de hacer lo que tenía que hacer para no cometer errores y garantizar llegar a la meta: Corrí con la cabeza. Lo más lindo es ser la primera mujer que logra terminar los 111 km en menos de 20 horas (lo supe después de la carrera). Para ser precisos: Los 111 km tiene 3 ediciones y en la distancia de 222 km ha habido otras atletas que lo lograron, sólo 1 de ellas en menos de 48 hrs. En los 111 kms fui la primera muher en hacerlo en menos de 20 hrs, en 2014 una chica lo pudo hacer en 20:15 (gran mérito, aunque la consideraron fuera de tiempo). Creo que sigo siendo una consentida de Dios o el Cosmos, como quieran llamarle… Logro para México, Cuba, el deporte latino.
A fin de cuentas, los doctores no dan crédito cómo pude terminar la carrera sin consumir casi nada, les queda la interrogante médica de cómo fue posible correr esos 111kms en mis condiciones y terminar entera. Por cierto, mi Garmin marcó 117.7 kms en 19 horas 30 min para ser exactos. Todo entre los 3200- 5380 msnm. Una experiencia para contar…
Un sueño más gracias a mi familia, amigos, patrocinadores. Detrás de lo valioso siempre hay mucho trabajo de todos: Skechers, Arysta LifeScience México, Garmin, Sport City, Grupo Martí, Lurbel, RaidLight, Sziols, Biotherm, Phiten, Redbull, Coleman y Marmot.