Mientras que los taxistas de la Ciudad de México colapsan la capital del país, en medio de una manifestación en la que rechazan los servicios de transportación por medio de aplicaciones por considerarlo competencia ilegal, Uber piensa colonizar las nubes.
Los vehículos voladores ya parecen de esas innovaciones que, de tanto oírlas, han envejecido antes de empezar. El mismo Uber ha mostrado en varias ocasiones “su plan de vuelo”, sin embargo, esta toma más seriedad cuando se anuncian las fechas de inicio de “estos automóviles que vuelan”.
Uber anunció un programa piloto en Nueva York a partir del próximo 9 de julio y añadió a Melbourne (Australia) a Dallas y Los Ángeles, las dos ciudades donde ya estaba previsto que empezara a probar sus coches voladores en 2020. Allí está previsto el inicio del uso comercial de la plataforma en 2023.
Uber hizo este anuncio en Washington. La elección de la ciudad es significativa: la capital federal estadounidense es la sede de las autoridades que deben regular la apertura del cielo como nueva vía de comunicación.
La transición aérea tiene, según Uber, tres grandes retos: uno, qué rutas priorizar y dónde poner los “puertos del cielo”; dos, cómo lograr que los recorridos sean compartidos para hacerlo viable, y tres, lograr vehículos verdes, seguros y silenciosos.
La compañía aspira a colocarse como la mayor plataforma viable para liderar la irrupción del aire como un desatascador de las infraestructuras urbanas terrestres: “No puede ser que haya un límite por arriba de lo que podemos hacer en el suelo. Las ciudades deben tener tres dimensiones, no dos”, ha dicho Eric Allison, jefe de la rama Elevate en Uber.
Los coches voladores de Uber llevarán de momento un piloto y cuatro plazas, al menos en los prototipos mostrados por la compañía. El futuro será probablemente autónomo pero la sensación de seguridad que ofrece ahora un piloto es imbatible para la aceptación general del público, un argumento repetido como clave sobre todo por las autoridades.